Las personas entusiastas tienden naturalmente hacia la forma optimista de la inteligencia, y por ser así, difundirán a su alrededor una atmósfera de confianza, de alegre expectación que hace que los otros confíen en ellos, y que les ayuden en sus esfuerzos. Se circundan a sí mismos con un aura mental de éxito, irradian éxito, y los que se les aproximan, inconscientemente participan de esa irradiación.
No demostrar el entusiasmo sería: tener miedo, no confiar, estar inseguros, pesimistas.
El entusiasmo se desarrolla cultivando el interés y el cariño por nuestra tarea o por nuestras ideas o por las personas. El interés, la confianza y el deseo hacen subir el entusiasmo.