febrero 08, 2018

"Amigos por el viento"

"Amigos por el viento"
Liliana Bodoc

Aveces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.

Cuando la vida se comporta de ese modo, se nos ensucian los ojos con los que vemos. Es decir, los verdaderos ojos. A nuestro lado, pasan papeles escritos con una letra que creemos reconocer. El cielo se mueve más rápido que las horas. Y lo peor es que nadie sabe si, alguna vez, regresará la calma.

Así ocurrió el día que papá se fue de casa.

La vida se nos transformó en viento casi sin dar aviso. Recuerdo la puerta que se cerró detrás de su sombra y sus valijas. También puedo recordar la ropa reseca sacudiéndose al sol mientras mamá cerraba las ventanas para que, adentro y adentro, algo quedara en su sitio.

–Le dije a Ricardo que viniera con su hijo.
¿Qué te parece?

–Me parece bien –mentí.

Mamá dejó de pulir la bandeja, y me miró:

–No me lo estás diciendo muy convencida...

–Yo no tengo que estar convencida.

–¿Y eso qué significa? –preguntó la mujer que más preguntas me hizo a lo largo de mi vida.

Me vi obligada a levantar los ojos del libro:

–Significa que es tu cumpleaños, y no el mío –respondí.

La gata salió de su canasto, y fue a enredarse entre las piernas de mamá.

Que mamá tuviera novio era casi insoportable. Pero que ese novio tuviera un hijo era una verdadera amenaza. Otra vez, un peligro rondaba mi vida. Otra vez había viento en el horizonte.

–Se van a entender bien –dijo mamá–.
Juanjo tiene tu edad.

La gata, único ser que entendía mi desolación, saltó sobre mis rodillas. Gracias, gatita buena.

Habían pasado varios años desde aquel viento que se llevó a papá. En casa ya estaban reparados los daños. Los huecos de la biblioteca fueron ocupados con nuevos libros.
Y hacía mucho que yo no encontraba gotas de llanto escondidas en los jarrones, disimuladas como estalactitas en el congelador.
Disfrazadas de pedacitos de cristal. "Se me acaba de romper una copa", inventaba mamá que, con tal de ocultarme su tristeza, era capaz de esas y otras asombrosas hechicerías.

Ya no había huellas de viento ni de llantos.
Y justo cuando empezábamos a reírnos con ganas y a pasear juntas en bicicleta, aparecía un tal Ricardo y todo volvía a peligrar.

Mamá sacó las cocadas del horno. Antes del viento, ella las hacía cada domingo.
Después pareció tomarle rencor a la receta, porque se molestaba con la sola mención del asunto. Ahora, el tal Ricardo y su Juanjo habían conseguido que volviera a hacerlas.
Algo que yo no pude conseguir.

–Me voy a arreglar un poco –dijo mamá, mirándose las manos–. Lo único que falta es que lleguen y me encuentren hecha un desastre.

–¿Qué te vas a poner? –le pregunté, en un supremo esfuerzo de amor.

–El vestido azul.

Mamá salió de la cocina, la gata regresó a su canasto. Y yo me quedé sola para imaginar lo que me esperaba.

Seguramente, ese horrible Juanjo iba a devorar las cocadas. Y los pedacitos de merengue se quedarían pegados en los costados de su boca. También era seguro que iba a dejar sucio el jabón cuando se lavara las manos. Iba a hablar de su perro con el único propósito de desmerecer a mi gata.

Pude verlo transitando por mi casa con los cordones de las zapatillas desatados, tratando de anticipar la manera de quedarse con mi dormitorio. Pero, más que ninguna otra cosa, me aterró la certeza de que sería uno de esos chicos que, en vez de hablar, hacen ruidos: frenadas de autos, golpes en el estómago, sirenas de bomberos, ametralladoras y explosiones.

–¡Mamá! –grité, pegada a la puerta del baño.

–¿Qué pasa? –me respondió desde la ducha.

–¿Cómo se llaman esas palabras que parecen ruidos?

El agua caía apenas tibia, mamá intentaba comprender mi pregunta, la gata dormía y yo esperaba.

–¿Palabras que parecen ruidos? –repitió.

–Sí –y aclaré–: Pum, Plaf, Ugg...

¡Ring!

–Por favor –dijo mamá–, están llamando.

No tuve más remedio que abrir la puerta.

–¡Hola! –dijeron las rosas que traía Ricardo.

–¡Hola! –dijo Ricardo, asomado detrás de las rosas.

Yo miré a su hijo sin piedad. Como lo había imaginado, traía puesta un remera ridícula y un pantalón que le quedaba corto.

Enseguida, apareció mamá. Estaba tan linda como si no se hubiese arreglado. Así le pasaba a ella. Y el azul le quedaba muy bien a sus cejas espesas.

–Podrían ir a escuchar música a tu habitación –sugirió la mujer que cumplía años, desesperada por la falta de aire.

Y es que yo me lo había tragado todo para matar por asfixia a los invitados.

Cumplí sin quejarme. El horrible chico me siguió en silencio. Me senté en una cama. Él se sentó en la otra. Sin duda, ya estaría decidiendo que el dormitorio pronto sería de su propiedad. Y que yo dormiría en el canasto, junto a la gata.

No puse música porque no tenía nada que festejar. Aquel era un día triste para mí. No me pareció justo, y decidí que también él debía sufrir. Entonces, busqué una espina y la puse entre signos de preguntas:

–¿Cuánto hace que se murió tu mamá?

Juanjo abrió grandes los ojos para disimular algo.

–Cuatro años –contestó.

Pero mi rabia no se conformó con eso:

–¿Y cómo fue? –volví a preguntar.

Esta vez, entrecerró los ojos.
Yo esperaba oír cualquier respuesta, menos la que llegó desde su voz cortada.

–Fue..., fue como un viento –dijo.

Agaché la cabeza, y dejé salir el aire que tenía guardado. Juanjo estaba hablando del viento, ¿sería el mismo que pasó por mi vida?

–¿Es un viento que llega de repente y se mete en todos lados? –pregunté.

–Sí, es ese.

–¿Y también susurra...?

–Mi viento susurraba –dijo Juanjo–. Pero no entendí lo que decía.

–Yo tampoco entendí.

Los dos vientos se mezclaron en mi cabeza.

Pasó un silencio.

–Un viento tan fuerte que movió los edificios –dijo él–. Y eso que los edificios tienen raíces...

Pasó una respiración.

–A mí se me ensuciaron los ojos –dije.

Pasaron dos.

–A mí también.

–¿Tu papá cerró las ventanas? –pregunté.

–Sí.

–Mi mamá también.

 –¿Por qué lo habrán hecho? –Juanjo parecía asustado.

–Debe haber sido para que algo quedara en su sitio.

A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas.

–Si querés vamos a comer cocadas –le dije.

Porque Juanjo y yo teníamos un viento en común. Y quizás ya era tiempo de abrir las ventanas.

enero 23, 2018

Inteligencia Emocional entre las 10 cualidades que deberán presentar los candidatos en el CV en el año 2020



El Foro Económico Mundial elaboró un informe que especifica las cualidades que deberán presentar los candidatos en el CV en el año 2020. La creatividad, el trabajo en equipo y la capacidad de resolución de problemas complejos, algunos de los más importantes

El campo laboral será cada vez más exigente con los empleados

Las 10 habilidades que deberá contener el currículum para ser contratado para los puestos del futuro:

Flexibilidad Cognitiva

El reporte menciona este concepto, que incluye la creatividad, el pensamiento lógico y el grado de resolución de problemas. También significa poder adaptarse a la manera de comunicarse según a quién se está dirigiendo el mensaje, pensar de manera crítica de acuerdo a la persona con la que se está hablando, el poder de escucha y de respuesta.

Habilidades de negociación

Esta será una de las habilidades con más demanda en trabajos de informática, en puestos de análisis de datos y software. También será importante en las artes y en el diseño.

Servicio de orientación

Esto hace referencia a cómo el futuro empleado ayudará a los demás en el trabajo. ¿La persona asiste al equipo, a los altos directivos y a la gente de la industria? Es una característica fundamental para saber si la persona es buena trabajando en equipo.


Toma de decisiones 

Mientras las organizaciones recolectan cada vez más información, habrá trabajo para aquellos que puedan analizar y tomar decisiones inteligentes. El buen juicio también incluye saber cómo manejarse con un colega, o incluso hacer alguna sugerencia a un manager.

Inteligencia emocional

La tecnología puede lograr muchos cometidos pero todavía no puede leer a las personas. Los empleados con esta habilidad en el currículum demostrarán una gran empatía que captará a las empresas.

Coordinar con otros 

Nuevamente, esto se encuentra debajo del paraguas de las habilidades sociales. Significa ser capaz de colaborar, ajustarse en la relación con otros y ser sensible a las necesidades de los demás.

Las cualidades sociales son las que más buscarán los reclutadores en las entrevistas
Manejo de personas

Esto incluye la capacidad de motivar a las personas, desarrollar talentos y habilidades de los propios empleados y elegir a los mejores para determinado trabajo. Es algo que será especialmente más demandado para los gerentes y directivos.

Creatividad

Es una de las tres habilidades principales que los empleadores buscarán en el 2020, a pesar que desde hace muchos años es una de las más requeridas. Sin dudas será imprescindible alguien que pueda utilizar su ingenio y creatividad para nuevas estrategias, proyectos y productos.

Pensamiento crítico

A medida que lo automático aumenta, se hace también más fuerte la necesidad de que los empleados puedan implementar la lógica y el razonamiento. Esto es en parte porque las máquinas deben ser manejadas de manera ética y óptima. Los empleadores deben buscar personas con mentes críticas y que puedan evaluar el uso y el abuso de la tecnología.

Resolver problemas complejos

La tecnología puede hacer la vida más fácil, pero también puede volver las cosas más complejas. Es por eso que en el reporte hacen hincapié en la necesidad de personas que sepan resolver situaciones complejas.

Aquellos que se animen a patear el tablero y ser originales en el currículum serán los candidatos ideales para las empresas del mañana.

extracto de una nota de Infobae 23/01/2018

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