El aprendizaje se está convirtiendo en algo demasiado fácil.
Es maravilloso poder aprender todo lo que uno quiera de una forma divertida, pero también debemos enseñar que las cosas cuestan mucho esfuerzo y que existe la frustración.
Odioso sentimiento, el de la frustración…
Sí, pero si no dejamos que los estudiantes se frustren un poco y tengan que poner un poco de su parte, posiblemente, cuando sean mayores, desarrollarán una actitud violenta porque no entenderán por qué las cosas no son como ellos pensaban.
Y después de la frustración… ¿Motivación?
Exacto. Y para tener motivación, uno tiene que tener un sentimiento de autoeficacia positiva, de capacidad. Uno debe pensar que es capaz de hacer lo que se propone aunque le cueste.
¿Cómo se transmite esta actitud?
Enseñando que el fracaso puede ser una oportunidad para aprender, que lo que uno se propone hacer seguramente no saldrá a la primera, pero saldrá a la segunda. El problema es que no siempre educamos en el sentimiento de autoestima positiva. Yo creo que el mejor motor para alcanzar tus propios objetivos es marcarte una meta e ir hacia ella sabiendo que, aunque es alcanzable, te va a costar.
¿Y a nivel práctico?
Poniendo retos sencillos. Por ejemplo, cuando tu hijo pequeño, que es torpe, te quiere ayudar a quitar la mesa, le tienes que dejar, aunque rompa los platos. Los niños deben tropezarse y aprender, porque si no les enseñamos a fracasar, el día de mañana no van a saber manejar la frustración.
Extracto: Pedro García Aguado
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