La fascinación que Sigmund Freud sentía por la mente humana, no se limitaba a sus tormentos o mal funcionamiento. Él investigaba la posición sumamente misteriosa que el cerebro ocupa en el universo. Para Freud, el ingenio y el humor eran dos manifestaciones muy diferentes de la singularidad de la mente. Creía que el regocijo era un medio utilísimo para contrarrestar la tensión nerviosa y que el humor podía utilizarse como una terapia eficaz.