Una competencia social clave es lo bien o mal que la gente expresa sus propios sentimientos. Paul Ekman utiliza la expresión "reglas de demostración" para el consenso social acerca de qué sentimientos pueden mostrarse adecuadamente y cuándo. Las culturas a veces varían enormemente en este sentido. Por ejemplo, Ekman y sus colegas de Japón estudiaron las reacciones faciales de alumnos ante una horrenda película acerca una circuncisión ritual de adolescentes aborígenes. Cuando los estudiantes japoneses vieron la película en presencia de una figura de autoridad, sus rostros mostraron sólo reacciones leves. Pero cuando creyeron que estaban solos (aunque estaban siendo filmados por una cámara oculta) sus facciones se contrajeron en vividas mezclas de aflicción angustiada, temor y disgusto.
Existen varias clases básicas de reglas de demostración. Una es minimizar las muestras de emoción: esta es la norma japonesa para los sentimientos de aflicción en presencia de alguien con autoridad, que los alumnos estaban siguiendo cuando ocultaron su perturbación con una presión inmutable. Otra es exagerar lo que uno siente magnificando la expresión emocional; esta es la táctica utilizada por el niño de seis años contorsiona la cara dramáticamente con el ceño fruncido, los labios temblorosos, mientras corre hacia su madre para quejarse del tormento al que lo somete su hermano mayor. La tercera es reemplazar un sentimiento por otro; esto entra en juego en algunas culturas asiáticas en las que es descortés decir que no, y en lugar de eso se hacen promesas positivas (aunque falsas). Lo bien que uno emplee estas estrategias, y sepa cuando, hacerlo, es un factor de la inteligencia emocional.
Aprendemos estas reglas de demostración muy pronto, en partemediante la instrucción explícita. Una educación en las reglas de demostración es impartida cuando le indicamos al niño que no se muestre decepcionado y que en lugar de eso sonría y dé las gracias cuando su abuelo le ha hecho un regalo de cumpleaños espantoso aunque bienintencionado. Esta educación en las reglas de demostración, sin embargo, se realizan con mayor frecuencia dando el ejemplo: los chicos aprenden a hacer lo que ven hacer. Al educar los sentimientos, las emociones son al mismo tiempo el medio y el mensaje. Si un padre le dice a su hijo “sonríe y da las gracias” y lo hace en una actitud dura, exigente y fría, mascullando el mensaje en lugar de susurrarlo cariñosamente, es más probable que el niño aprenda una lección muy distinta, y en realidad responda a su abuelo con el ceño fruncido y con un “gracias” lacónico e inexpresivo. El efecto que produce en el abuelo es muy diferente: en el primer caso se siente feliz (aunque engañado), y en el segundo queda herido por el mensaje confuso.
Las demostraciones emocionales, por supuesto, tienen consecuencias inmediatas en el impacto que producen en la personas que las reciben. La regla que aprende el niño es algo así como: “Disfraza tus verdaderos sentimientos cuando pueden lastimar a alguien a quien amas; en lugar de eso sustitúyelo por un sentimiento falso pero menos hiriente”. Estas reglas para expresar emociones son algo más que una parte del léxico de los cánones sociales; dictan el impacto que nuestros sentimientos producen a los demás. Seguir bien estas reglas es tener un impacto óptimo; hacerlo deficientemente supone fomentar un desastre emocional.
Por supuesto, los actores son artistas de la demostración emocional; su expresividad es lo que provoca respuesta en el público y, sin duda,. algunos de nosotros entramos en la vida como actores naturales. Pero en parte porque las lecciones que aprendemos sobre las reglas de demostración varían de acuerdo con los modelos que hemos conocido, la pericia difiere enormemente de una persona a otra.
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